Los Picos

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Vista de los Picos

viernes, 7 de agosto de 2015

  EN LA DISTANCIA SEGUÍAMOS SIENDO "HUESEÑOS"

  En mi artículo anterior hablé de mis primeros recuerdos de mis estancias en Huesa. Todo eso estaba muy bien. Pero, nos gustara o no,  lo cierto es que éramos una familia que vivía la mayor parte del año lejos de Huesa. Nuestra residencia habitual, nuestras obligaciones habituales, estaban lejos del pueblo, normalmente en Málaga (me centraré en el ejemplo de Málaga capital. Los miembros de mi familia en general y yo en particular hemos tenido contacto con otros lugares, con los que también hemos "interactuado" y en los que también hemos vivido cosas. Pero es en Málaga capital donde hemos pasado la mayor parte del tiempo . Por tanto, lo demás apenas lo mencionaré).


(En Gerona en 1968. Me acompañan mi tía Florentina y mi tío Antonio. Era normal estar en contacto con otros emigrados hueseños)

   Hay que decir que el vínculo con un lugar (o con una persona ) no se forja sólo en la cercanía, en la presencia, en el contacto real y directo. También se forja en la ausencia y en la distancia. Me explico. Siempre pienso en el ejemplo de los judíos que viven diseminados por el mundo desde hace 2000 años. La mayoría de ellos no han estado nunca en Jerusalén. Viven en países donde se sienten extranjeros porque ellos se saben miembros de una comunidad distinta. Y están vinculados a unas costumbres. Y a unas comidas, y a unas tradiciones y a unas formas lingüísticas propias . Es simplemente un ejemplo histórico. Pero, quitándole el elemento "épico" y casi religioso, algo parecido les pasa a todas las familias que han emigrado lejos de sus lugares de origen. Y de eso en Huesa se sabe mucho. Mi familia no era una excepción.


  En efecto, en mi casa siempre se han comido las comidas típicas de Huesa. Las que mi madre conoció siendo muy joven, y que eran propias  de una vida en el campo en la Huesa de los años 50 y 60. Es decir, comíamos migas y gachas  y tallarines y maimones...; y se hacían el arroz y el potaje y todo lo demás como se hacía en el pueblo. Y comíamos matanza. Y roscos  del pueblo. Y, por supuesto, el gazpacho, para nosotros, era eso que acompañaba a las migas ( es decir, agua con sal, vinagre y aceite con pepino y cebolla troceados). Lo que en Málaga y otros sitios llamaban "gazpacho", para nosotros era otra cosa, que prácticamente nunca tomábamos.

(Unas gachas recientes, hechas por mi madre en Huesa. Siempre hemos comido recetas del pueblo)

Y cuando en Málaga yo iba a casa de un amigo y la madre me ofrecía un bocadillo de chorizo, aquello para mí no era chorizo. Era una cosa que yo no sabía como llamarla. Igual pasaba con todos los embutidos "industriales" que vendían en las tiendas. Eso no era para nosotros.

  Todavía recuerdo el día que mi madre, bastante años después de vivir en Málaga,  nos dijo: "hoy voy a hacer una comida típica de Málaga. A ver si nos gusta. Se llama enblanco... ". La hizo, sí. Y no nos gustó a ninguno de nosotros. Y sigue sin gustarnos. Creo que no volvió  a intentar ninguna otra comida típica de Málaga.

   Otro aspecto de las familias de un lugar que han emigrado a otro es que suelen estar en contacto entre sí. Efectivamente, las familias originarias de Huesa que vivíamos en Málaga en los años 70 y 80 no éramos muchas. Pero sí que estábamos en un contacto bastante permanente. A veces íbamos nosotros a casa de estas familias. Otras veces venían ellos a la nuestra. En algún caso éramos parientes lejanos (como decimos en Huesa, "nos tocábamos" algo.)

  Mi madre es muy buena cocinera. Y era muy habitual que amigos y familias de Huesa vinieran a mi casa a comer alguna comida típica. En particular, las gachas tenían un éxito extraordinario. Naturalmente, hechas y servidas y comidas en la sartén, y acompañadas por sus pimientos y todos sus aderezos. Sólo faltaban las trébedes. Y creo que también las usábamos en alguna ocasión.


(Mi hermana Toñi en la puerta del pub de la "Pista", a mediados de los 80)

   En esas reuniones, los niños jugábamos entre nosotros. Y los adultos contaban historias del pueblo. Se compartían conversaciones, risas y recuerdos de tiempos pasados en Huesa. En muchas ocasiones estas familias y nosotros nos encontrábamos también en el pueblo, aunque, en general, allí no manteníamos  excesivo contacto.

  También hubo visitas de familiares a nuestra casa  de Málaga. Desde las comuniones hasta las bodas (ya en los 90) siempre hemos  tenido gentes de Huesa con nosotros. La ilusión de recibirlos era siempre muy grande. Pero también vinieron a visitarnos aunque no hubiera ningún acontecimiento que celebrar, simplemente para pasar unos días con nosotros, bien en Málaga capital o bien en la casa de la costa. (Es una pena que no quiera yo dar nombres, porque entonces este relato sería completo. Porque recuerdos muchas de estas visitas. Algunas con recuerdos preciosos. Pero ya dije que prefería ser discreto. Así me quedo más tranquilo. No quiero molestar a nadie. )


(Familiares venidos de Huesa para la 1ª Comunión de mi hermana, en 1978)

   Y hay otro elemento que es importante para darse cuenta de que la distancia también ayuda a establecer un vínculo con un lugar lejano del que uno proviene. Y es el notar que las gentes del lugar donde uno reside son distintos en sus formas de hablar, en sus comidas, en sus costumbres. Eso no es ni malo ni bueno. Todas las costumbres son respetables y todo el mundo es como es. Simplemente es un hecho. Como es un hecho ser rubio o moreno , alto o bajo. Todo es respetable. Pero lo cierto es que con mis compañeros del colegio y con otros amigos, tanto cuando jugábamos en el patio como cuando yo iba a sus casas por alguna razón, siempre notaba que había muchos detalles que nos diferenciaban.

  Y eran niños  que, salvo alguna excepción, nunca habían tenido contacto con un pueblo. Es decir, nunca habían bebido leche de cabra, ni sabían lo que era una albarda, ni una azada... Y, para colmo, a la panocha la llamaban mazorca. Y al marrano lo llamaban guarro. Y al pitote lo llamaban botijo. Hasta los chistes eran distintos.

  En relación con los chistes, recuerdo ahora una anécdota de estar en un bar de Málaga acompañados con un chico amigo de mi hermana y mío  venido de Huesa. Recuerdo que nuestros amigos malagueños contaban chistes usando el habla y los gracejos propios de Málaga. Nuestro invitado  se apartó del grupo al cabo de unos minutos. Le preguntamos que qué le pasaba. Y respondió :"Es que me voy porque no me entero de nada de lo que están diciendo...".

  Y es que eso mismo nos había  pasado a nosotros durante mucho tiempo. Mi madre solía decir "No entiendo a las mujeres cuando hablan en el mercado...". De hecho, en nuestra  familia, incluso hoy, 40 años después, cuando hablamos de las gentes de Málaga, siempre decimos: "los malagueños son; los malagueños dicen; los malagueños piensan...". Es decir, no hemos acabado de integrarnos. Y creo que ya no nos integraremos. Creo que seguimos siendo "gentes de Huesa que viven en Málaga".

  Dicho sea todo esto con todo el respeto a Málaga, ciudad   hospitalaria y acogedora donde las haya. Y con todo el respeto a los malagueños, gentes entrañables y con un sentido del humor muy particular y con el que es imposible no reírse.

   En resumen, el objeto de este artículo ha sido explicar que también desde la distancia se mantienen los lazos con un lugar. Es más, a veces se intensifican más que si se viviera en el lugar de origen. Porque se echa más de menos. Porque uno se siente extraño con las costumbres del lugar de acogida. Y es que cuando volvíamos a Huesa para otras vacaciones, notaba que, sin ser yo tampoco un niño de Huesa, y reconociendo que muchas cosas del pueblo me eran ajenas, yo allí me encontraba más en "mi casa" que cuando estaba en Málaga.

(Cada vez que volvíamos de Huesa, llegábamos cargados con cosas del pueblo. ¡Y sigue siendo así!)

  Y repito que no yo he sido verdaderamente consciente de todas estas sensaciones hasta hace muy pocos años. Yo apenas  había reparado en todo esto. Ha sido el paso del tiempo el que me ha hecho sacar del baúl todo esto. Y poner en orden todas estas ideas y recuerdos. Y llegar a las conclusiones que estoy llegando. Será que me estoy haciendo viejo.

  A ver si otro día me animo y sigo contando "historietas" de mis estancias en Huesa durante los 70 y los  80. La verdad es que es un ejercicio que me está gustando. Lo dicho, me estoy haciendo viejo...




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